Textura

El entorno, tanto natural como artificial, es enormemente rico en texturas, desde nuestra piel a la corteza de los árboles, del ladrillo al hormigón, de la arena a los diferentes tejidos… Hojas de árboles y plantas, rocas, la piel de los animales, las escamas de los peces, las superficies antideslizantes en el suelo, las texturas de los distintos productos que consumimos: un frasco de colonia, la piel de una naranja, un colador… Si nos fijamos, estamos rodeados de soluciones plásticas para las superficies. La naturaleza, fuente de inspiración para artistas e investigadores de todos los tiempos, ha creado un mundo de texturas de una riqueza infinita. El tiempo, inevitable factor transformador, hace evolucionar las superficies y así podemos disfrutar, desde un punto de vista plástico la riqueza de color y matices de las deterioradas fachadas de Venecia o admirar la brutalidad con que oxida los metales en la obra El Peine de los Vientos de Chillida en San Sebastián. Cuántas puertas, de metal o madera, no son más atractivas por la pátina del tiempo… ¿Acaso no juegan un papel importante en el encanto de los dibujos de Leonardo o Miguel Ángel las manchas que la humedad y el tiempo han hecho aparecer? También el viento, la lluvia y los cambios de temperatura son agentes transformadores del paisaje como podemos admirar en costas y montañas. Aprender a apreciar el mundo desde cerca, como nos invitan las texturas, puede convertirse en una fuente inagotable de placer. En una gran mayoría de las obras artísticas el uso de las texturas es fundamental como elemento enriquecedor. A continuación enumeramos algunos casos interesantes en cuanto al uso de las texturas: Pinturas rupestres, Goya –especialmente en sus grabados-, Gustav Klimt, Paul Klee, Sempere, Millares, Tapies, Pollock, Charles Donker -grabador holandés-, Gaudí, Hundetwasser, José María Sicilia, Tapies, Zobel, Degas, Andrew Wyeth, Barceló, Giacometti o Mark Tobey.